San Juan de la Cruz y el romance “In principio erat Verbum”

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SUMARIO: 1. Introducción a la vida y obra de san Juan de la Cruz. II. Introducción histórica, literaria, teológica y mística al Romance, In principio erat Verbum;III. Comentario al Romance. 

                                                   Presentación

Los nueve Romances sobre «in principio erat Verbum», son considerados como la puerta de entrada del mundo sanjuanista. Para poder conocer mejor el pensamiento espiritual de san Juan de la Cruz sobre la obra de la redención es importante conocer, meditar y profundizar estos Romances. Este ha sido uno de los objetivos del presente estudio.

Después de una breve nota biográfica, se intenta encuadrar estos Romances en la totalidad de la obra del santo de Fontiveros. Luego se expone una breve introducción literaria e histórica de estos Romances, se intenta presentar algunos de los rasgos teológicos, esclesiológicos y místicos de san Juan de la Cruz presentes en estos Romances. Finalmente se hace un breve comentario a cada uno de los Romances precedido por el texto de cada uno de ellos. Se concluyen con algunas reflexiones sobre lo que sugieren estos Romances.

 I. INTRODUCCIÓN A LA VIDA Y OBRA DE SAN JUAN DE LA CRUZ

 1. Breve nota biográfica

 Juan de Yepes, nace en Fontiveros, pequeño pueblo de Ávila, el año 1542. Huérfano de padre desde su más tierna infancia, conoce desde niño la pobreza y el hambre.  Junto a su madre y a su hermano tendrá que ir de pueblo en pueblo en busca de sustento, hasta que se establecen en Medina del Campo. Allí, a la vez que cuidará de los enfermos en el Hospital de la Concepción de Medina, asiste a las clases en el Colegio de la Compañía de Jesús. Concluidos los estudios ingresará en la Orden del Carmen en el 1563. Hará su Profesión religiosa, después de un año de fervoroso noviciado, tomando el nombre de fray Juan de santo Matía. De Medina pasará a Salamanca, donde estudiará filosofía y teología en la Universidad. Ordenado sacerdote en Salamanca en 1567, va a Medina a celebrar su Primera Misa durante el verano de 1567.

Deseando vivir con más radicalidad la vida religiosa tiene proyectado ingresar en la Cartuja. Pero en Medina se encuentra con Teresa de Jesús que acaba de iniciar la Reforma del Carmelo femenino, y busca quien le ayude a iniciar la Reforma del Carmelo masculino. Encuentra en fray Juan la persona clave para iniciarla. Teresa de Jesús le intenta convencer y les dice que si quiere vivir con más radicalidad la vida religiosa, que lo haga en su misma Orden. Fray Juan regresa a Salamanca para finalizar los estudios teológicos.

Un año después, en 1568 fray Juan de santo Matía, que tomará el nombre religioso de la Cruz, junto con fray Antonio de Jesús iniciará en Duruelo (Ávila) la Reforma del Carmelo masculino. En 1572 Teresa de Jesús le pide que vaya a Ávila hacer de confesor de las monjas carmelitas de la Encarnación, de las cuales ella es priora. En 1577 es secuestrado y le encierran en la prisión conventual de Toledo, pagando con ello discordias y desavenencias de la familia religiosa. Fortalecido por las oraciones que santa Teresa y sus monjas no dejarán de ofrecer a Dios por su liberación, fray Juan de la Cruz en la prisión se afianzará en la santidad, y surgirá el poeta y el místico.

Permanecerá en la prisión durante ocho meses y medio hasta que pueda huir de ella el 16 de agosto de 1578. Será destinado a Andalucía, donde vivirá unos años llenos de vitalidad. Federico Ruíz describe a san Juan de la Cruz de este modo: “Vive entre sus hermanos como cristiano y como carmelita contemplativo, haciendo un poco de todo; en ratos perdidos, también escribe. Juan de la Cruz es un hombre sencillo, bueno, valiente, sensible, profundamente religioso[1].

Nombrado consejero de la Reforma permanecerá unos años en Segovia, para regresar de nuevo a Andalucía, donde sufre persecuciones de algunos de sus hermanos de la Reforma. Pero él no tolera que se hable mal de nadie, enseña con la palabra y con el silencio a ofrecerlo todo al Señor.

Ejemplo luminoso para todos en su enfermedad, como lo ha sido durante toda su vida. Muere santamente en Úbeda (Jaén) a las 12 de la noche del 13 al 14 de diciembre de 1591, irá a cantar los maitines al cielo. Contaba 49 años.

Será canonizado por Benedicto XIII el 27 de diciembre de 1726. Pío XI lo declara Doctor de la Iglesia Universal el 24 de agosto de 1926.  Juan Pablo II visitará su tumba en Segovia el 4 de noviembre de 1982 y el 8 de marzo de 1983 lo declarará Patrón ante Dios de los poetas de lengua castellana.  Ya lo había dicho Manuel Machado, “¡Oh, el más poeta de los santos todos…., y el más santo de todos los poetas!”

2. Obras

 De la confluencia de diversos factores –religioso,contemplativo, vocación de poeta, teólogo, maestro de espíritu, místico- surgirán las obras de san Juan de la Cruz. Su condición de poeta siempre está latente, se despierta y se manifiesta en la soledad y en la oración, en la vida fraterna, en comunidad, en sus viajes. Las situaciones límite –la prisión de Toledo- son ocasión para que realice su creación poética, que no necesita de entrenamiento, “noviciado”, sino que surge con una belleza y una expresividad acabada.

La vena de escritor se inicia en la prisión de Toledo. Es una explosión de lirismo, de lamento reprimido que se convierte en canto de amor, como es el caso de los Romances, el Cántico espiritual, la Fonte… De esta forma la obra cumbre de la poesía española, es el primer ejercicio de un poeta primerizo, del que no conocemos ningún escrito anterior[2].

 Juan de la Cruz no es un poeta de profesión, ni es un literato; es un religioso carmelita contemplativo por vocación, y su condición de poeta-artista es un don que Dios da a la humanidad para manifestarnos algo de la belleza de su misterio y de nuestro misterio.

La obra de san Juan de la Cruz se compone de:

Escritos breves:

  1. Poesías: dos romances, cinco poemas, cinco glosas.
  2. Dichos de luz y amor y otros avisos: unos doscientos.
  3. Cautelas y cuatro avisos a un religioso.
  4. Epistolario: treinta-tres cartas (aproximadamente).

 Obras mayores:

  1. Subida del Monte Carmelo (tres libros)
  2. Noche oscura (dos libros).
  3. Cántico espiritual.
  4. Llama de amor viva.

Prácticamente toda su obra literaria tiene como objetivo ayudar a la unión del alma con Dios, que es según el Vaticano II la vocación última del hombre. Así lo afirma en la Gaudium et spes: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios” (n.1)

Preguntado por una carmelita descalza si era Dios quien le daba aquellas palabras llenas de profundidad y expresividad que plasmaba en sus poesías, él respondió: “Hija, unas veces me las daba Dios, y otras las buscaba yo”. De esta forma su “sublime arte poética, mueven el ánimo de quienes lo leen o lo oyen hacia la suprema hermosura, la eterna verdad y el infinito bien[3].

  1. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA, LITERARIA, TEOLÓGICA Y MÍSTICA AL ROMANCE “IN PRINCIPIO ERAT VERBUM”

    1. Introducción literaria e histórica

El Romance “In Principio erat Verbum”, al decir de Maximiliano Herráiz es “el primer paquete de composiciones poéticas con que Juan de la Cruz se presenta ante la historia[4]. Pero también estos Romances son considerados desde muy antiguo como el “prólogo general de todas las Obras de san Juan de la Cruz”[5].

Jerónimo de San José, en su Historia del venerable Padre fray Juan de la Cruz, dice de estos versos sanjuanistas: “muy ilustrada fue su alma en aquel tiempo [cárcel] con alta noticia de los misterios soberanos de la beatísima Trinidad, Creación, Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios, pues en medio de su prisión y angustia, compuso de ellos una misteriosa poesía. Es su metro el que en España por ser su composición la más propia de nuestra lengua, llamamos romances…, son nueve[6].

Los estudiosos y críticos de san Juan de la Cruz apenas han prestado atención a los Romances. Cántico, Llama, En una noche oscura han eclipsado el resto de la producción poética sanjuanista.  Han considerado estos Romances, como poco relevantes tanto desde el punto de vista literario como teológico.

El mejor crítico antiguo de los escritos sanjuanistas, el carmelita Andrés de la Encarnación, « previno» “que los Romances… tienen no sé qué de rusticidad y bajeza, muy ajena de tal pluma”. El pionero moderno de los estudios sobre la obra poética del santo, se conformó con anotar a este juicio negativo: “en su rusticidad y monotonía no dejan de tener transparencia, difícil virginidad, agraz encanto”. También el P. Crisógono pone de relieve el contraste y la desproporción entre el contenido teológico, denso, y el verso poético, frágil: “causa extrañeza cómo pudo encerrar materias tan profundas en versos tan frágiles y dar color poético a tan abstrusas materias[7].

Escribirá José Vicente Rodríguez: “La monotonía que pueda pesar sobre el lector por el hecho de que la mitad de los 310 versos, es decir 155, terminen en ‘ía’: agonía, afligía, alegría, gozaría, valía, decía, mía, etc., etc., se salva, y hasta se perdona, por el contenido[8]. Pero también la expresión literaria parece una coraza sin adorno; escasean los adjetivos y abundan los verbos dinámicos que aúnan el ser y hacer de Dios. Se puede decir que en los Romances la expresión literaria es más que nunca inepta e imprescindible por su parquedad[9].

Del género literario escogido por Juan de la Cruz podemos decir que la densidad teológica queda más resaltada cuanto más sobria es la forma expresiva. De esta manera la extrema sencillez poética es la que vehícula el contenido teológico de máxima altura[10]. El Romance es la herramienta lírica que utiliza, ya que le ofrece el estilo narrativo-expositivo que es lo que necesita para su objetivo de exponernos los misterios de nuestra fe, desde el diálogo intratrinitario- La Encarnación- Nacimiento.

Juan de la Cruz en estos Romances, imitando estilos populares del «Nuevo Romancero», intenta verter su propia fe cristiana, cantando como un juglar llano los más hondos misterios y formulando con la máxima precisión teológica el origen y fin de la vida espiritual.

 2. Dimensión teológica

 Se entiende como teólogo al creyente capaz de explorar la realidad divina, el misterio de Dios actuando en el corazón del hombre y en la historia, sabiendo discernir los cambios que se producen en el hombre y en la historia, a raíz de la intervención divina. Lo importante es que el teólogo, de la forma que él quiera, en poesía o en prosa, hablando o cantando llegue al corazón del Misterio y nos lo sepa explicar. Este es el teólogo creador y no manipulador de términos técnicos y de sentencias.

A partir de esta concepción actual de teólogo, se puede decir que Juan de la Cruz, no es un teólogo sino el más original teólogo que ha existido en lengua castellana. Él habla con profundidad y coherencia de Dios y de las cosas divinas. Su propia experiencia mística le permite tener una percepción luminosa y íntima del misterio de Dios, de su acción, y de la vida de la gracia en la persona. La sabiduría mística le sensibiliza para descubrir el sentido de Dios en la propia existencia. El ser místico de Juan de la Cruz le permite conjugar la viveza de la fe y la caridad con la fuerza del pensamiento discursivo y organizador. Él tiene una visión sistemática del conjunto de la historia de la salvación, y la expresa con originalidad y con una extraordinaria profundidad.

En estos Romances Juan de la Cruz, intenta expresar su propia contemplación de los misterios de la fe. Como escribirá Miguel Ángel Díez, “Los Romances son el credo personal de fray Juan, remedo de una catequesis inicial y síntesis de su saber teológico inspirado básicamente por expresiones elementales rememoradas de los símbolos de la fe, de la Escritura y de la Liturgia. Una contemplación, desde Dios, de la historia salvífica. Con una objetividad descarnada que canta misterios inefables que ponen a prueba la precisión del lenguaje humano[11].

Su inspiración principal no en el relato de la Génesis, sino en el Prólogo del Evangelio de san Juan. Es como si el prólogo de Juan Evangelista “fuera trasladado y comentado en estos 310 versos llenos de sencillez y transidos de inocencia literaria en cuanto a la forma, como pide el romancillo popular castellano[12]. Pero no están todos los temas presentes en el Prólogo del cuarto Evangelio, por ejemplo no hace mención del Bautista. En cambio incluye temas propios del Evangelio de san Lucas, hace mención del viejo Simeón, o relata la interioridad de María ante el nacimiento de Jesús.

En estos Romances Juan de la Cruz expresará su visión antropológica de la condición humana y su relación con el misterio de Dios.

En los Romances se puede ver la profunda compenetración de Juan de la Cruz con la Biblia, que se sabía de memoria y de corazón. Él “vive, respira y se mueve en le mundo de la revelación bíblica. Siente los hechos y las palabras de la Escritura como expresión de su propia experiencia personal, y la propia experiencia como verificación de esos hechos y palabras[13].

No sólo están integrados de forma excepcional en estos Romances distintos libros de la Biblia, sino que también está presente la Liturgia, “No podía ser de otra manera, ya que el propio autor le sirvieron de reclamo vivencial en las fiestas que pasó en la cárcel toledana: Adviento, Navidad, Anunciación y Presentación, Pascua de Resurrección, Pentecostés y Trinidad, Corpus Christi, etc[14].

Lo que plasmará en los Nueve Romances, lo hará de forma semejante a través del poema la Fonte, también compuesto en la cárcel toledana. Desde un ritmo contemplativo, en una profunda noche oscura balbuceará los misterios de la Encarnación y de la Eucaristía, a partir de la fe en sus orígenes.

Se ha considerado calificar estos nueve Romances “In principio erat Verbum” como “el mejor tratado de teología que escribió el santo[15].

3. Dimensión eclesiológica

 Juan de la Cruz es un hombre de pensamiento inductivo, a pesar de que pueda parecer lo contrario. Sobre ello escribe Ángel Briñas: “No será directamente la Palabra de Dios la que le haga deducir una serie de principios que después se han de aplicar en la vida de los cristianos en general y de la suya en particular. Sino que será el laborioso esfuerzo de fidelidad al Evangelio junto con la generosa correspondencia a la gracia de Dios, que podrá experimentar por si mismo el contenido de la revelación cristiana[16].

En su relación con la Iglesia Juan de la Cruz “es un cristiano católico convencido, deseoso de conformar su pensamiento y su voluntad a la Iglesia católica. Es carmelita entusiasmado por su vocación. Y al mismo tiempo, su experiencia y su palabra seducen a todo creyente que vibra por la sed del Dios vivo, incluso de todo hombre que busca en profundidad el sentido de su existencia humana[17].

La luz que él recibe de la Biblia la vincula siempre a la Iglesia, iluminada y iluminadora. «La santa madre Iglesia» es para Juan de la Cruz, la garantía por la que le llega la palabra bíblica incluso la misma verdad de Cristo revelador (2S 22,11). Algunos autores han interpretado el cuidado que él tiene de vivir en la «ortodoxia» como un peso o una atadura al espíritu de Juan de la Cruz. En cambio, él lo siente como una liberación de estrechos subjetivismos y de posibles arbitrariedades. Pensar con la Biblia y la Iglesia, no desvela el misterio de Dios y de las cosas, pero nos lo anticipa y nos señala el camino para seguir explorando[18].

En este Romance sobre el evangelio «in principio erat Verbum» acerca de la Santísima Trinidad, podemos constatar su valentía no sólo componerlo en su mente sino plasmarlo por escrito y recitarlo, ya que el “Índice de Valdés (Valladolid 1599) prohíbe toda paráfrasis al «Principium Evangelio Joannis»[19], y los nueve Romances son una paráfrasis del Prólogo del cuarto Evangelio. De este modo estos Romances, pueden ser considerados “como un desafío a sí mismo y a quienes desconfían de ortodoxias bíblicas o teológicas en lengua «romance»[20]

En estos Romances está muy presente la idea central de sus escritos.  Todo el problema de la vida se reduce a favorecer y lograr la unión -mejor, la comunión- entre Dios y el hombre. Dios y el hombre están llamados a entenderse. La lejanía entre ambos no sería más que la distorsión, no solamente del hombre, sino de todo el universo. Por lo tanto, se impone la comunión entre Dios y el hombre. He aquí la columna vertebral de todo su pensamiento. Llevar a todos a la unión con Dios. La idea de la unión con Dios, de ser uno con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se encuentra en el Nuevo Testamento, especialmente en el cuarto Evangelio. La novedad de Juan de la Cruz está en la fuerza que ha dado a esta doctrina y experiencia, convirtiéndola en centro de toda la vida cristiana hasta sus últimos mecanismos y hasta su plena realización mística.

Juan de la Cruz en estos Romances enmarca toda la acción salvífica de Dios en bien del hombre. Desde «In principio erat Verbum» hasta el «finis» con que sella los nueve Romances. Esta comunión del hombre con Dios sólo es posible por medio de su Hijo Jesucristo.

4. Dimensión místico-esponsal

 De Juan de la Cruz no poseemos escritos autobiográficos, al modo de Teresa de Jesús o Teresa del Niño Jesús. Sin embargo sus obras doctrinales, sus poesías recogen el secreto de su persona y de su experiencia, y ello se puede decir también del Romance “In Principio erat verbum”. Aunque en este diálogo intratrinitario el narrador apenas cuente. No obstante proyecta muchos de sus sentimientos personales sobre los eternos dialogantes.  

Estos Romances fueron escritos por Juan de la Cruz durante su estancia en la prisión de Toledo, donde vivía en condiciones infrahumanas. Vivirá durante ocho meses y medio en una pequeñísima habitación, sin más claridad que algún rayo de luz que entra por un ventanuco. Allí no tiene más que una manta con la que duerme. Le dan de comer un poco de pan con sardinas y agua, una comida que su estómago no tolera. No le permiten cambiarse de ropa y los piojos le destrozan…. Todo con el objetivo que abandone la Reforma iniciada por santa Teresa de Jesús.

En esta soledad impresionante, es donde vive en su propia carne la degradación de la persona humana y religiosa. En esta noche humana, vive también la noche del alma, todo es oscuro; en este momento resuenan las palabras de Jesús en la cruz: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34). En esta situación de purificación radical, donde el sufrimiento espiritual y la oscuridad llegan a límites insospechados, Juan de la Cruz se enfrenta a esta realidad, no maldiciendo su suerte ni lanzando invectivas contra sus perseguidores, sino que ora e implora la ayuda de Dios. Él no está solo, le acompaña la comunidad eclesial que reza constantemente por él, en la persona de Teresa de Jesús y de sus monjas.

En esta noche oscura del alma y de la dignidad humana y religiosa machaca surge una luz, como él mismo cantará en su poema Noche oscura.

En una noche oscura /con ansias en amores inflamada/ ¡oh dichosa ventura! Salí sin ser notada/ estando ya mi casa sosegada:; / (…) En la noche dichosa/ en secreto que nadie me veía/ ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía/ sino la que en el corazón ardía./ Aquésta me guiaba/ más cierto que la luz de mediodía/ adonde me esperaba/ quien yo bien me sabía/ en parte donde nadie parecía./ ¡Oh noche que guiaste! !Oh noche amable más que la alborada!/ Oh noche que juntaste Amado  con amada, amada en el Amado transformada!”

Hasta entonces se podría decir que Juan de la Cruz era un asceta, el cual por medio de una vida austera, llena de penitencias se esforzaba vivir el Evangelio. Quería retornar a Dios los dones que le ha concedido, si no temía ser objeto de castigo. Esta visión de la relación del hombre con Dios la podemos constatar en el inicio del Cántico espiritual.

Cayendo el alma en la cuenta de lo que está obligado hacer, viendo que la vida es breve, […] que las cosas del mundo son vanas y engañosas, que todo se acaba […], el tiempo incierto, la cuenta estrecha, la perdición muy fácil, la salvación muy dificultosa; conociendo, por otra parte, la gran deuda que a Dios debe en haberle criado solamente para sí, por lo cual le debe el servicio de toda su vida, y en haberla redimido solamente por sí mismo, por lo cual le debe todo el resto y correspondencia del amor de su voluntad,  y otros mil beneficios en que se conoce obligada a Dios desde antes que naciese, y que gran parte de su vida se ha ido en el aire y que de todo esto ha de haber cuenta y razón así de lo primero como de lo postrero […] para remediar tanto mal y daño, mayormente sintiendo a Dios muy enojado y escondido por haberse ella  querido olvidar tanto de él entre las criaturas, tocada ella de pavor y de dolor de corazón interior sobre tanta perdición y peligro, renunciando todas las cosas, dando de mano a todo negocio, sin dilatar un día ni una hora, con ansia y gemido salido del corazón herido ya del amor de Dios, comienza (a) invocar a su Amado[21].

Como fruto del amor y la renuncia, Dios se comunica a Juan de la Cruz de forma desbordante, colma sus aspiraciones de unión y le devuelve potenciadas las capacidades humanas que parecían sacrificadas.

Juan de la Cruz en seguimiento de Cristo, había renunciado al amor esponsal. Y es esta dimensión, la que por un don del Espíritu Santo, surge con una gran pujanza. Algo que es dado a todo cristiano con el Bautismo, a través del cual nos incorporamos a la Iglesia que es la esposa de Cristo.

Cada bautizado como miembro de la Iglesia, es esposa de Cristo. Hablan de esta dimensión los Padres de la Iglesia, entre ellos Orígenes y san Juan Crisóstomo. Este último en sus “catequesis bautismales”, comentando a san Pablo dice:

“Os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo” (2C 11,2), no nos dice sino que aquellas almas que avanzan en la piedad las une nupcialmente a Cristo como si fuesen una virgen pura. […] Lo que aquí se realiza es de orden espiritual y nuestro esposo, impulsado por su amor a los hombres, se apresura a salvar nuestras almas. Que uno sea feo o deforme, pobre hasta el último extremo de la miseria […] el esposo no lo discute, no se informa, no pide cuentas. Lo que hay es el don gratuito, generosidad y gracia de parte del Amo. Sólo nos pide una cosa, olvido del pasado y un propósito para el futuro. ¿Has visto un exceso tan grande de gracia? ¿Has visto a que esposo se unen las almas dóciles a su llamada? […] Ningún hombre aceptaría nunca derramar la sangre por la esposa a la que se ha de unir. Pero el Señor amoroso, adaptándose a la bondad que le es propia, ha aceptado este sacrificio grande e insólito por la solicitud que tiene hacia su esposa, por tal de santificarla con su propia sangre y, purificarla con el baño del bautismo, para tener ante si la Iglesia gloriosa”[22]

Experimentar que el alma es esposa de Cristo gracias al Bautismo es lo que le será concedido vivir a Juan de la Cruz durante su estancia en la prisión de Toledo. Y esta será ya para siempre su forma de relacionarse con el Cristo.

Juan de la Cruz mirará a Cristo, su obra de redención humana y la misma naturaleza con ojos de enamorado, con los ojos de alguien que ha intuido en lo más profundo de su alma el inmenso amor con que Dios lo ha creado todo.

En el lugar donde la dignidad del hombre religioso había llegado a las cotas más bajas, es cuando a Juan de la Cruz le es concedida la comprensión del amor inmenso con que Dios creó el mundo y la humanidad, y con el amor con que Él ha querido que el hombre fuera redimido. Esta compresión lo expresará en los versos magistrales en el Romance sobre el evangelio «in principio erat Verbum».

Escribirá Miguel Ángel Díaz: “El misterio de la Encarnación-Redención lo llena todo desde su simbología nupcial. Y bajo esta luz hay que meditar el sentido último de la «esposa», exaltada más que nunca en los misterios del «incarnatus est» y del «propter nos homines». Solo una fe adorante y un tanto apofática puede conectar con Dios Trino y sus planes de amor hacia el hombre. Biblia y liturgia bastarán para revivir con fray Juan una misma profesión adorante[23], en fe, en esperanza y en amor.

III. COMENTARIO AL ROMANCE “IN PRINCIPIO ERAT VERBUM”

 1. Estructura

Este Romance se divide en nueve partes, que forman una perfecta unidad literaria y doctrinal. Si al poema de Cántico le añadirá otras estrofas, y tendrá que comentarlo y hasta reordenarlo según la lógica del poema y sus comentarios. Nada de esto precisó hacer con los Romances.

En este romance nos podemos adentrar en el misterio de Dios, desde los preparativos de la Historia de la Salvación y su realización, condensada en la Encarnación de Jesucristo. Se podría decir que el Romance sobre la Trinidad habla del Verbo, de su Encarnación con tal de introducir nuevamente a la esposa, después del exilio y la muerte por causa del pecado a la gloria de la vida intratrinitaria.

En los primeros cuatro Romances la Iglesia aparece como surgiendo o naciendo de la Trinidad y volviendo a ella. Los romances quinto y sexto son los suspiros y oraciones de los patriarcas y profetas que piden al cielo el Mesías prometido. El séptimo, el Hijo en absoluto acuerdo con el Padre se encarnará, por obra del Espíritu Santo, será hombre sin dejar de ser Dios. Los romances ocho y nueve hablan respectivamente, con aire de villancico, de la Anunciación y del Nacimiento.

Los Romances, de dos en dos, van presentando una misma realidad que se desarrolla progresivamente:

1 y 2: vida trinitaria y predestinación. El misterio íntimo de Dios comunión que predestina al hombre, para que tenga comunión con Dios.

3 y 4: La creación como plan y como realización. El mundo creado, es «el palacio» de la humanidad-esposa del Hijo de Dios.

5 y 6: La esperanza general de los hombres, y la esperanza particular de algunas personas. La humanidad, mediante los sufrimientos del exilio, aprende a esperar un Salv.

7 y 8: La Encarnación como plan y como realización. En «la plenitud de los tiempos» el Verbo de Dios se hace, por amor, «semejante» a la que tanto estimaba, creada a imagen suya.

9. El nacimiento. El Verbo asume plenamente la vida humana, desposándose con la humanidad y comunicándole los frutos de la redención. [24].

Comentario a los Nueve Romances [25]

Romance «in principio erat Verbum»  acerca de la Santísima Trinidad sobre el evangelio 

     Romance 1º

En  el principio moraba

El Verbo y en Dios vivía

En quien su felicidad

Infinita poseía.

El mismo Verbo Dios era                            5

que el principio se decía.

El moraba en el principio

y principio no tenía.

El era el mismo principio;

por eso de él carecía.                                  10

El Verbo se llama Hijo

que de el principio nacía;

hale siempre concebido

y siempre le concebía;

dale siempre su sustancia                         15

y siempre se la tenía.

Y así la gloria del Hijo

es la que en el Padre había

y toda su gloria el Padre

en el Hijo poseía.                                           20

Como amado en el amante

uno en otro residía

y aquese amor que los une

en lo mismo convenía

con el uno y con el otro                                25

en igualdad y valía.

Tres Personas y un amado

entre todos tres había

y un amor en todas ellas :

y un amante las hacía;                                 30

y el amante es el amado

en que cada cual vivía;

que el ser que los tres poseen

cada cual le poseía

y cada cual de ellos ama                             35

a la que este ser tenia.

Este ser es cada una

y éste solo las unía

en un inefable nudo

que decir no se sabía;                                  40

por lo cual era infinito

el amor que las unía,

porque un solo amor tres tienen,

que su esencia se decía:

que el amor cuanto más uno                   45

tanto más amor hacía.

  Breve comentario:

Este primer Romance arranca del prólogo al Cuarto Evangelio, pero no es una mera glosa del mismo. Se fija especialmente en la preexistencia divina del Verbo (Jn 1, 2-2), su vida infinita y su gloria eterna. El resto es un circunloquio reflexivo: 1. Confesión de la divinidad del Verbo feliz (v 1-10), 2. Confesión del Verbo como Hijo eterno del Padre (v 11-20), 3. El Amor- persona que procede de y une al Padre e Hijo (v. 21-26) 4. Las tres Personas distintas i amorosamente unidas en inefable nudo (v. 27-46).

Este Romance primero es un canto que narra el misterio de Dios uno y trino, donde se nos revela la naturaleza divina. Juan de la Cruz considera primeramente a cada Persona en sí (v. 1-26) y luego en su relación trinitaria (v. 27-46). Nuestro poeta expresa teológicamente y poéticamente la fe personal y eclesial, un amor y un amado como Dios-Uno, Tres amores y Tres amantes-amados como Dios-Trino.

La palabra clave es «Principio», este término indica la eternidad con alguien diferente al tiempo y se refiere a Dios-principio constituyente de todo. En otros lugares el término «Principio» es referido al Verbo, para identificarlo con la misma naturaleza de Dios-principio de todo, pero sin principio. El Verbo tiene una relación filial con Dios, siendo «engendrado, no creado». De no ser así dejaría de ser principio como el Padre y no tendría la misma naturaleza.

En este poema lleno de eternidad e intemporalidad, el centro es el Verbo, por quien nosotros tenemos acceso a la vida íntima de Dios Trinidad. En el eterno silencio trinitario hay el diálogo amoroso que se irá desarrollando en los otros versos de este romance.

  Romance 2º

 De la comunicación de las Tres Personas

       En aquel amor inmenso
que de los dos procedía
palabras de gran regalo
el Padre al Hijo decía,                      50
de tan profundo deleite
que nadie las entendía;
solo el Hijo lo gozaba,
que es a quien pertenecía;
pero aquello que se entiende            55
de esta manera decía:
«nada me contenta, Hijo,
fuera de tu compañía;
y si algo me contenta,

en ti mismo lo quería.                        60
El que a ti más se parece
a mí más satisfacía
y el que en nada te semeja
en mí nada hallaría.

En ti solo me he agradado,               65
¡oh vida de vida mía!
Eres lumbre de mi lumbre,
eres mi sabiduría,
figura de mi sustancia

en quien bien me complacía.          70
Al que a ti te amare, Hijo,
a mi mismo le daría
y el amor que yo en ti tengo
ese mismo en él pondría,
en razón de haber amado             75
a quien yo tanto quería».

Breve comentario:

 En el eterno silencio de Dios, surge un diálogo fruto del amor inmenso entre el Padre y el Hijo. Las palabras del Padre sólo pueden ser comprendidas por el Hijo y por nadie más. Pero Dios tiene dispuesto abrir este secreto a aquellos a quien el Hijo lo quiera revelar. Por eso, solamente el hombre místico puede captar algo del misterio divino, y a pesar de que es algo inefable, nos puede decir “algo de aquello que se puede entender”.

Para la humanidad aún no ha llegado el tiempo de participar plenamente en el diálogo divino. Aún somos espectadores mudos, contemplativos del misterio trinitario, nos quedamos pasmados del amor inmenso entre el Padre y el Hijo. Juan de la Cruz en este Romance nos quiere hacer ver la intensidad del gozo que en el Hijo puede suscitar el Padre. El Evangelio de san Juan nos muestra el amor del Hijo hacia el Padre. Jesús quiere que sus obras y sus palabras transparenten el amor con que Él ama al Padre: “ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado” (Jn 14, 31).

Está el Padre enamorado de su Hijo, hasta tal punto que nada complace al Padre sino su propio Hijo, por eso a quien se parezca más a su Hijo, le amará con el mismo amor con que ama a su  Hijo (Jn 17,23b).

          

           Romance 3º

       De la creación

«Una esposa que te ame,
mi Hijo, darte quería,
que por tu valor merezca
tener nuestra compañía                  80
y comer pan a una mesa
de el mismo que yo comía,
porque conozca los bienes
que en tal Hijo yo tenía
y se congracie conmigo                   85
de tu gracia y lozanía».
«Mucho lo agradezco, Padre,
—el Hijo le respondía—;
a la esposa que me dieres
yo mi claridad daría                         90
para que por ella vea
cuánto mi Padre valía,
y cómo el ser que poseo
de su ser le recibía.

Reclinarla he yo en mi brazo           95
y en tu amor se abrasaría
y con eterno deleite
tu bondad sublimaría».

Breve comentario:

 Este tercer Romance aunque se intitula «la Creación», apenas habla de la creación, sino que en realidad lo que se continúa es el coloquio intratrinitario entre el Padre y el Hijo, su diálogo eterno sobre el designio de la comunicación ad extra de su vida divina.

La novedad de este Romance es la simbología nupcial, que aparece por primera vez, y servirá de «leit motiv» al resto de los Romances.

El Padre que ama a su Hijo, quiere que este sea amado mucho más, por eso decide crear una esposa que le ame. Dios piensa en la humanidad en términos «de esposa» de su Hijo.

La creación misma es contemplada dentro del designio del Padre, creador del cielo y tierra y la presenta como «palacio de los esposos».

El Hijo agradece la iniciativa del Padre, y le dice que a la esposa que le dé, su claridad le daría, para que vea lo la valía de su Padre, y quiere que ella participe del inmenso amor que Él le tiene, y así eternamente la esposa con gran gozo su bondad sublimaría. Reflejo de esta comunión íntima entre el Padre y el Hijo será el «abrazo» del Esposo a la esposa.

                        Romance 4º

   Prosigue

«Hágase, pues —dijo el Padre—,
que tu amor lo merecía»;               100
y en este dicho que dijo,
el mundo criado había
palacio para la esposa
hecho en gran sabiduría;

el cual en dos aposentos,              105

alto y bajo dividía;

el bajo de diferencias

infinitas componía;

mas el alto hermoseaba

de admirable pedrería.                    110

Porque conozca la esposa

el Esposo que tenía,

en el alto colocaba

la angélica jerarquía;

pero la natura humana                  115

en el bajo la ponía,

por ser en su compostura

algo de menor valía.

Y aunque el ser y los lugares

de esta suerte los partía,                  120

pero todos son un cuerpo

de la esposa que decía:

que el amor de un mismo Esposo

una esposa los hacía.

 Los de arriba poseían                     125

el Esposo en alegría,

los de abajo en esperanza

de fe que les infundía,

diciéndoles que algún tiempo

él los engrandecería                        130

y que aquella su bajeza

él se la levantaría

de manera que ninguno

ya la vituperaría,

porque en todo semejante               135

él a ellos se haría

y se vendría con ellos

y con ellos moraría

y que Dios sería hombre

y que el hombre Dios sería              140

y trataría con ellos,

comería y bebería

y que con ellos continuo

él mismo se quedaría

hasta que se consumase                145

este siglo que corría,

cuando se gozaran juntos

en eterna melodía,

porque él era la cabeza

de la esposa que tenía,                  150

a la cual todos los miembros

de los justos juntaría,

que son cuerpo de la esposa,

a la cual él tomaría

en sus brazos tiernamente             155

y allí su amor la daría;

y que así juntos en uno

al Padre la llevaría,

donde de el mismo deleite

que Dios goza, gozaría;                   160

que, como el Padre y el Hijo

y el que de ellos procedía

el uno vive en el otro,

así la esposa sería

que, dentro de Dios absorta,          165

vida de Dios viviría.

 

 Breve comentario:                                

 Fray Juan no pone título a este 4º Romance, que es el más extenso de todos. Tan sólo un «prosigue» indica el sentido del mismo. Lo importante es no romper la visión unitaria de la historia salvífica iniciada y consumada por Dios. A pesar de la aparente penuria literaria, subyace, en este Romance, toda la riqueza de la Palabra de Dios, ya asimilada en la oración.

El diálogo en el seno de la Trinidad va creciendo en intensidad; el deseo se hace realidad, con la Palabra del Padre: la creación se convierte en un hecho. Por la palabra eficaz del Padre, la esposa tendrá un palacio, hecho con gran sabiduría, dividido en dos estancias; en la de arriba habitan las criaturas angélicas, y en la otra la humanidad. Si los de arriba poseen al Esposo en alegría, los de abajo en esperanza de fe.

Si la humanidad es de menor valía, el mismo esposo le levantaría, ya que la finalidad del hombre es la participación de la vida divina. La convivencia del Esposo con la esposa llegará a su plenitud, cuando la cabeza reúna a todos los que forman el cuerpo de la esposa, que será cuando sean incorporados todos los justos, luego la esposa será tomada en los brazos del Amado para recibir de Él su amor. Una vez la esposa sea transformada en amor por el Amado, Éste la «retornará» al Padre, para que la esposa goce del mismo gozo de Dios. La Trinidad recibe a la esposa, y esta podrá vivir para siempre, la vida de los Tres.

Los versos culminantes de la fe cristológica son: “y que Dios sería hombre y que el hombre Dios sería” (v. 139-140). Por su contexto se han de entender estrictamente como la Unión hipostática, y sólo por analogía teológica la deificación humana por la gracia capital del mismo Cristo. La absorción de vida en Dios es una forma de expresar la deificación del hombre por gracia y amor, sin que este deje de conservar su individualidad ante Dios.

Los dos últimos versos del cuarto Romance, anuncian ya el esfuerzo poético y teológico que fray Juan alumbrará en Cántico y Llama o en Subida y Noche, para ilustrarnos algo sobre la transformación del hombre en Dios.

             Romance  5º

Prosigue

Con esta buena esperanza
que de arriba les venía,
el tedio de sus trabajos
más leve se les hacía;                      170
pero la esperanza larga
y el deseo que crecía
de gozarse con su Esposo
continuo les afligía;

por lo cual con oraciones,                175
con suspiros y agonía,
con lágrimas y gemidos

le rogaban noche y día

que ya se determinase

a les dar su compañía.                    180

Unos decían: «¡oh si fuese

en mi tiempo el alegría!»

Otros: «¡acaba, Señor;

al que has de enviar, envía!»

Otros: «¡oh si ya rompieses          185

esos cielos, y vería

con mis ojos que bajases,

y mi llanto cesaría!»

«¡Regad, nubes de lo alto,

que la tierra lo pedía,                       190

y ábrase ya la tierra

que espinas nos producía

y produzca aquella flor

con que ella florecería!»

Otros decían: «¡oh dichoso              195

el que en tal tiempo sería

que merezca ver a Dios

con los ojos que tenía

y tratarle con sus manos

y andar en su compañía                 200

y gozar de los misterios

que entonces ordenaría!»

Breve comentario:

Así como en el seno de la Trinidad crecía el deseo de la igualdad con la esposa, igualmente en el hombre crecía el deseo para que este proyecto de Dios se realizara.

El Romance quinto presenta la Historia de la Salvación, revelándonos como la humanidad clama por la venida del Mesías-Esposo. Este Romance presenta el gemido de la esperanza de la humanidad, que desde hace siglos está en expectación.  Fray Juan atiende sólo al aspecto positivo de quienes tienen esperanza de fe. Hay una conexión entre «palabras» y Palabra, entre los gemidos de los justos y los gemidos de la propia esperanza. Es una forma de revivir el «adviento» rememorado desde la necesidad de los pobres.

Romance  6º

           Prosigue

En aquestos y otros ruegos
gran tiempo pasado había;
pero en los postreros años              205
el fervor mucho crecía,
cuando el viejo Simeón
en deseo se encendía.

rogando a Dios que quisiese

dejale ver este día.                         210

Y así el Espíritu Santo

al buen viejo respondía

que le daba su palabra

que la muerte no vería

hasta que la vida viese                    215

que de arriba descendía,

y que él en sus mismas manos

al mismo Dios tomaría

y le tendría en sus brazos

y consigo abrazaría.                        220

Breve comentario:

 Esta actitud expectante de Israel es figurada en Simeón, que ocupa todo el Romance sexto. Él nos hace descubrir la intensidad de la esperanza de Israel.

El Verbo encarnado se dejará acunar por los brazos temblorosos del buen anciano. Significando que no todo está corrompido en la naturaleza humana. Dirá la Liturgia de las Horas “el anciano llevaba al Niño, pero el Niño sostenía al anciano”. Pero para este mutuo abrazo entre Dios y el hombre ha de llegar la Navidad.

De momento fray Juan, nos deja contemplando la felicidad de quien, por saber esperar, puede al fin acunar con sus mismas manos a quien veía como a la misma «Vida».

            Romance 7º

Prosigue la Encarnación

Ya que el tiempo era llegado
en que hacerse convenía
el rescate de la esposa
que en duro yugo servía
debajo de aquella ley                        225
que Moisés dado le había,
el Padre con amor tierno
de esta manera decía:
«Ya ves, Hijo, que a tu esposa
a tu imagen hecho había                 230
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía;
pero difiere en la carne
que en tu simple ser no había.
En los amores perfectos                  235
esta ley se requería:
que se haga semejante
el amante a quien quería;
que la mayor semejanza
más deleite contenía;                      240

el cual, sin duda, en tu esposa

grandemente crecería

si te viere semejante

en la carne que tenía».

«Mi voluntad es la tuya                 245

—el Hijo le respondía—

y la gloria que yo tengo

es tu voluntad ser mía;

y a mí me conviene, Padre,

lo que tu alteza decía,                      250

porque por esta manera

tu bondad más se vería;

veráse tu gran potencia,

justicia y sabiduría;

irélo a decir al mundo                     255

y noticia le daría

de tu belleza y dulzura

y de tu soberanía.

Iré a buscar a mi esposa

y sobre mí tomaría                          260

sus fatigas y trabajos

en que tanto padecía;

y porque ella vida tenga

yo por ella moriría

y sacándola de el lago                    265

a ti te la volvería».

Breve comentario

Este es un Romance denso, donde el autor distingue los tres momentos: la introducción del relator, las palabras del Padre y la respuesta del Hijo.

El diálogo intratrinitario y la espera de muchos siglos, se encuentran en el nacimiento de Jesús, el Cristo. Con su nacimiento se ha llegado a la plenitud de los tiempos, el momento en el que se realiza el rescate de la esposa.

En este romance tiene lugar otro diálogo del Padre con el Hijo, donde manifiesta que la humanidad ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto hemos sido creados a imagen y semejanza de Cristo, y en Él podemos reconocer el rostro auténtico del hombre.  Pero Dios no contento con eso, quiere que el hombre participe de su vida divina, y manifiesta el proyecto de la Encarnación del Hijo. La esposa «imagen del Verbo» difiere en la carne, el amor exige «hacerse semejante a aquel que tanto se ama». El Verbo acepta hacer la voluntad del Padre, de encarnarse y de comunicar al mundo la belleza y la bondad del Padre.  Fray Juan quiere mostrar la perfecta sintonía entre el Padre y el Hijo que es el núcleo supremo del misterio. Se concibe la «misión» del Hijo, como una respuesta a su Padre, que nos ama hasta entregarnos a su Hijo.

El verso «y sacándola del lago», acentúa el carácter redentor del Verbo encarnado, que afronta los sufrimientos y la muerte, para que la esposa tenga vida, «y porqué ella vida tenga yo por ella moriría», hasta que llegue el momento en que la esposa unida al Esposo gocen eternamente del amor del Padre, por el Espíritu Santo.

            Romance 8º

         Prosigue

Entonces llamó a un arcángel
que san Gabriel se decía
y enviólo a una doncella
que se llamaba María,                          270
de cuyo consentimiento
el misterio se hacía;

en la cual la Trinidad

de carne al Verbo vestía;

aunque tres hacen la obra,                  275

en el uno se hacía;

y quedó el Verbo encarnado

en el vientre de María.

Y el que tenía sólo Padre,

ya también Madre tenía,                      280

aunque no como cualquiera

que de varón concebía,

que de las entrañas de ella

él su carne recibía;

por lo cual Hijo de Dios                       285

y de el hombre se decía.

Breve comentario

El gemido de la esperanza, el anhelo de los pobres, el deseo ardiente de Simeón por la venida del Mesías, llegan a su plenitud en María, que encarna como Hija de Sión todas las necesidades de la pobre-esposa. María es la doncella virgen y sierva. Pero todos los planes divinos cuentan con María de Nazaret hasta tal punto que todo parece depender de Ella

María simbolizada toda la humanidad, esposa del Verbo, con el «hágase» de María tiene lugar la Encarnación del Verbo. En este verso se muestra la aportación humana de María a la existencia de Jesús. En su vientre se realiza la bendición del Padre, la fecundidad del Espíritu Santo y el desposorio de las dos naturalezas en Cristo. Así “el que tenía solo Padre, ya también Madre tenía, (…) por lo cual Hijo de Dios y de el hombre se decía”.

El Verbo hecho carne, es para el hombre el inicio de un final feliz, la humanidad caída, es levantada por el mismo Hijo de Dios.

     

Romance 9º

Del Nacimiento

Ya que era llegado el tiempo

en que de nacer había,

así como desposado

de su tálamo salía                            290
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía

entre unos animales                          295
que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había;              300
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía;

y la Madre estaba en pasmo            305

de que tal trueque veía:

el llanto de el hombre en Dios

y en el hombre la alegría,

lo cual de el uno y de el otro

tan ajeno ser solía.                         310

Breve comentario:

 Este último Romance es una mirada abierta y plástica a la manifestación del misterio del «nacimiento». En este Romance, María es después del Niño la principal protagonista, ya que Ella ha gestado en sus entrañas silenciosas a Jesús, gestándolo también en su corazón. Para luego entregarnos a su Hijo, el Verbo de Dios y Esposo de la humanidad.

La estructura de este Romance consta de tres escenas. En primer lugar la Encarnación del Verbo implica igualdad con la esposa, en todo menos en el pecado. Él, a quien no puede contener ni el cielo ni la tierra, tiene su morada en el seno de María, para mostrar al hombre que sólo el amor une a Dios. La Madre sólo le puede ofrecer la pobreza, un pesebre como trono, y por corte de honor, unos animales.

En el intercambio de presentes, el Esposo nos regala el gozo y la alegría. La esposa le ofrece en cambio la pobreza y el llanto.

En este admirable intercambio de amor en el tiempo y en la eternidad, Dios y el hombre están implicados. Ello causa admiración a todos los que lo contemplan, comenzando por el pasmo de María, que adora a Dios en el hombre, y en el hombre adora a Dios.

                                                  Conclusión

 En estos nueve Romances se percibe el primer fruto de la contemplación sanjuanista dentro del marco de la fe objetiva. Se puede constatar en el Romance de In principio erat verbum, el concepto que Juan de la Cruz tiene sobre el hombre es plenamente positivo. Él ha sido creado por amor por parte de Dios, y está llamado a participar en la vida divina. Es impresionante como Juan de la Cruz ha sabido mostrar magistralmente el inmenso amor existente en el seno de la Trinidad, en el que el Padre desea que el Hijo sea aún más amado, y el amor que Éste tiene hacia el Padre, hace posible que con gran amor se quiera encarnar para poder comunicar a la humanidad la inmensa bondad y belleza de Dios, y redimir a la humanidad, para que participe de la vida divina. Si la creación del mundo se debió a la Palabra creadora del Padre, en la Encarnación es necesario que exista también la colaboración humana que se hace presente en María.

En este poema podemos ver, que aunque la degradación humana de algunos llegue a límites inimaginables y reduzca al hombre a extremos inconcebibles, nadie nos puede apartar del amor de Cristo, ni tampoco de la oración de la Iglesia. La comunidad eclesial no deja de implorar al Padre por sus miembros sufrientes, el Padre derrama su gracia divina y el hombre a quien se ha querido aniquilar, renacerá, y como Juan de la Cruz, podrá contemplar el inmenso amor con que Dios ha creado al hombre y la posibilidad de la plenitud del amor, la última meta de nuestra sed de ser amados y de amar.

                                                                                   


  BIBLIOGRAFÍA         

– Angel Briñas, “Introducció”, Cristina Kaufmann “Obra” en Joan de la Creu,   Càntic espiritual, (Col. Clàssics del Cristianisme 16), Barcelona:  Ed. Facultat e Teologia de Catalunya i Fundació Enciclopèdia Catalana 1990.

–  Miguel Ángel Díez, “«Nueve Romances». Glosa bíblica”, Monte Carmelo 99/3  (1991) 477- 555.

– “Inter praeclaros poetas”, Breve Apostólico por el que su Santidad Juan Pablo   II declara a San Juan de la Cruz «patrono de los poetas de lengua  española»” Ecclesia, 2.637 (29-V-1993) 811.

– Joan Crisòstom, Catequesis baptismals, (Col. Clàssics de Cristianisme 14), Barcelona: Ed. Facultat de Teologia de Catalunya i Fundació Enciclopèdia Catalana 1990.

– Maximiliano Herraíz “Poesías, Introducción”, en San Juan de la Cruz, Obras   Completas, (Col. El rostro de los santos, 9), Salamanca: Ed. Sígueme 1991.

– Fray Rafael María León, Romance, in principio erat verbum, acerca de la   Santísima Trinidad, Ed. Carmelitas Descalzos Aragón-Valencia 1998.

– José Vicente Rodríguez, San Juan de la Cruz, profeta enamorado de Dios y   Maestro,(Esquemas de estudio n.14). Madrid: Instituto de Espiritualidad a Distancia 1987.

– Federico Ruíz Salvador, “Introducción general” en Juan de la Cruz, Obras   completas,Madrid: Ed. de Espiritualidad 21982.

______________________________________________________

[1] Cf. Federico Ruíz Salvador, «Introducción general» a San Juan de la Cruz, Obras Completas, Madrid: Editorial de Espiritualidad  21980,  3.

[2] Ibid., 17.

[3] « Inter praeclaros poetas », Breve Apostólico por el que su Santidad Juan Pablo II declara a San Juan de la Cruz «patrono de los poetas de lengua española»” Ecclesia, 2.637 (29-V-1993) 811.

[4] Maximiliano Herraíz  “Poesías, Introducción”, en San Juan de la Cruz, Obras Completas, (Col. El rostro de los santos, 9), Salamanca: Ed. Sígueme 1991,  38.

[5] Estos Romances  han sido calificadas ya desde el 22 de diciembre de 1627 de evangelio desleído (Biblioteca Mística Carmelitana 14, p. 376, declaración de Alonso de la Madre de Dios ) citado por José Vicente Rodríguez, San Juan de la Cruz, profeta enamorado de Dios y Maestro, (Esquemas de estudio n. 14), Madrid: Instituto de Espiritualidad a Distancia 1987, 147.

[6] Biblioteca Mística Carmelitana, III, c. 13, p. 294. Citado por Maximiliano Herraíz, o.c., 39.

[7] Autores citados por Maximiliano Herrráiz, o.c., 39.

[8] J. Vicente Rodríguez, o.c., 147.

[9] Miguel Ángel Díez, “«Nueve Romances». Glosa bíblica”, Monte Carmelo 99/3 (1991)479.

[10] M.  Herraíz , o.c., 39.

[11] M.  Ángel Díez, o.c., 478.

[12] M. Herráiz, o.c.,  147.

[13] F. Ruíz, o.c., 13.

[14] M. Ángel Díez, o.c., 480.

[15] Lucinio del Ssmo. Sacramento, «La doctrina del Cuerpo Místico en san Juan de la Cruz»  Resvista de Espiritualidad, 3(1944)190. Citado por M. Herráiz, o.c., 40.

[16] Àngel Briñas, «Introducció»,  a Joan de la Creu, Càntic Espiritual, (Col. Clàssics del Cristianismo, 16), Barcelona: Facultat de Teologia de Catalunya-Fundació enciclopedia Catalana 1990, pp. 21-22.

[17] F. Ruíz, o.c., 10.

[18] Ibid., 14.

[19] Cf. Cathalogus librorum qui prohibentur, Pinciae 1559, pp. 15, 48. Citado por M. Ángel Díez, o.c., 477.

[20] Ibid., 477.

[21] Juan de la Cruz, Obras completas, Madrid: Ed. de Espiritualidad, 1982, 2 ed., Cántico B, anotación a la canción 1, pp. 686-687.

[22] Joan Crisòstom, Catequesis baptismals, (Col. Clàssics de Cristianisme 14),   Barcelona 1990, Ed. Facultat de Teologia de Catalunya i Fundació Enciclopèdia Catalana, pp. 85-90.

[23] M. Ángel Díez, o.c., 481.

[24] F. Ruíz, o.c., 69.

[25] El comentario que se hace al Romance  In principio erat Verbum, se ha inspirado en dos comentarios realizados a cada uno de los Romances, uno es el de Fray Rafael María León, Romance, in principio erat verbum, acerca de la Santísima Trinidad, Ed. Carmelitas Descalzos Aragón-Valencia, 1998, y otro es el realizado por   Miguel Ángel Díez, “«Nueve Romances». Glosa bíblica”, Monte Carmelo 99/3 (1991)477-555.

26 F. Ruíz, o.c., 69.

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